sábado, 30 de junio de 2012

¿Cómo es el Cielo?

Para los cristianos ninguna idea debería ser más familiar y más comentada que la meta hacia la cual nos dirigimos después de esta vida terrena. Pero, lamentablemente, no es así: los hombres y mujeres de comienzos de este Tercer Milenio parecemos haber perdido el rumbo, nos ocupamos de toda clase de cosas, menos de pensar hacia dónde vamos, sin darnos cuenta de que ya estamos andando en una ruta - la ruta hacia la eternidad- y que, inexorablemente vamos a llegar a uno de tres destinos: Cielo, Infierno o Purgatorio

Pensamos -equivocadamente- que la felicidad está aquí en la tierra y la buscamos con una dedicación que más bien debiéramos poner en buscar la felicidad que sólo es posible, no en esta vida, sino en la eternidad.

La idea del Cielo, de Infierno y de Purgatorio es prácticamente desconocida y casi nunca comentada. De allí que el Papa Juan Pablo II le haya pedido a nuestros Obispos en su visita ad-limina a la ciudad de Roma en el año 1995 que era importante que "a los hijos de la Iglesia en Venezuela" se nos educara "en el sentido de Dios y en la esperanza de las realidades últimas". De allí también que el Papa haya dedicado él mismo una serie de Catequesis durante el año 1999 a tratar estos temas escatológicos que tienen que ver con el destino último del ser humano

¿Cómo es el Cielo?

El Cielo es una de las opciones que el ser humano tiene para la otra vida. En realidad es la opción para la cual fuimos creados, pues Dios desea comunicarnos Su completa y perfecta felicidad, que además es eterna - es decir, para siempre- llevándonos al Cielo, la patria hacia la cual caminamos, nuestro verdadero hogar, el sitio de la felicidad perfecta y total.

Lograr una descripción adecuada de lo que es el Cielo, con nuestras limitadas categorías humanas de tiempo y espacio, con la limitación de ideas y de lenguaje, es imposible. San Pablo, quien según sus escritos pudo vislumbrar el Cielo, sólo puede referir que "oyó palabras que no se pueden decir: cosas que el hombre no sabría expresar ... ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el corazón humano puede imaginar lo que tiene Dios preparado para aquéllos que le aman" (2a. Cor.12, 2-4 y 1a. Cor. 2,9).

Así es el Cielo: indescriptible, inimaginable, insondable, inexplicable, para el ser humano, pues somos limitados para comprender y describir lo ilimitado de Dios ... y el Cielo es básicamente la presencia de Dios en forma clara, "le veremos tal cual El es" (1a. Jn. 3,2).

El Papa Juan Pablo II tomaba para sus Catequesis sobre las "realidades últimas" la descripción del Cielo que trae el Catecismo de la Iglesia Católica: "Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida de amor con ella, con la Virgen y todos los bienaventurados se llama 'el Cielo'. El Cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de felicidad (#1024)."

Continuaba el Papa Juan Pablo II: "El Cielo se entiende como morada de Dios ... una relación íntima con la Santísima Trinidad ... El Cielo es la plenitud de la intimidad con Dios" (JP II, 21-julio-99).

Pero, como hemos dicho y como acotaba también el Papa Juan Pablo II, toda representación del Cielo resulta siempre inadecuada. También resulta difícil imaginar cómo es Dios y qué beneficios nos traería el verlo "cara a cara" (1a. Cor. 13, 12), pero tal vez sea más fácil imaginarnos lo maravilloso del Cielo, si pensamos en lo que no es el Cielo.

Al morir, nos despojamos del cuerpo, que es el peso que nos ata a la tierra. Dejamos, entonces, todo lo que es físico, orgánico: enfermedades, cansancios, dolores, achaques, etc. Adicionalmente queda atrás todo lo desagradable que hemos pasado en la tierra: malestares, penurias, agravios, persecuciones, dolores, enfermedades, inconvenientes, aflicciones, obstáculos, maldades, desagrados, contrariedades, rivalidades, competencia, tribulaciones. En una palabra: queda atrás todo sufrimiento.

Al llegar al Cielo, el alma siente enseguida, instantáneamente, un consuelo, una reparación, un desagravio a sus sufrimientos terrenos. "Vuestra tristeza se convertirá en gozo" (Jn. 16, 20).

Si el día de nuestro nacimiento nacimos para esta vida terrenal, llegar al Cielo es nacer a la gloria; es nacer a la vida eterna. Nuestra alma al presentarse al Cielo tiene un solo pensar, un solo sentimiento que es el Amor de Dios.

También podemos imaginar algo del Cielo, si nos concentramos en el gozo que allí tendremos.

Nos dice la Sagrada Escritura que el Cielo consiste en "conocer a Dios" (Jn. 17, 3 - Mt. 5,8), pero también en gozar de El: "Entra en el gozo de tu Señor" (Mt. 25, 21; "para que vuestro gozo sea perfecto" (Jn. 15, 11).

El gozo del Cielo es un gozo de Amor: el amor más grande que podamos sentir, pues es el Amor Infinito de Dios. Amaremos a Dios con todas nuestras fuerzas y El nos amará con Su Amor que no tiene límites. Será como la fusión de nuestra vida con la Vida de Dios, que nos atraerá hacia Su Amor en forma infinita. (cfr. Garrigou-Lagrange, La Vida Eterna y la profundidad del alma).

Intentemos explicar -limitadamente- cómo será ese gozo del Cielo: amaremos a Dios con un amor intensísimo, embelesados por todas sus cualidades, que son perfectas, maravillosas e infinitas. Ese amor que sentiremos, atraídos por Su Amor, será correspondido perfectísimamente por El, sin las desilusiones propias del amor humano, con Su ternura infinita y en la intimidad más dulce que podamos imaginar. Distinto a como son los amores humanos, ese gozo será de una plenitud siempre nueva, de una novedad constante que no cesa jamás. Y, además, ese Amor durará para siempre, siempre, siempre.

Es un océano de gozo, que llena por completo las profundidades del alma y satisface por completo las aspiraciones del corazón, sin que se pueda desear o necesitar absolutamente nada más. (cfr. Antonio Royo Marín, o.p., Teología de la Salvación).

El Cielo es el cumplimiento del "entra para siempre en el gozo de tu Señor" (Mt. 25, 21).

miércoles, 4 de enero de 2012

La Guerra de Galio (ensayo)


Por: A. Jibran M. Macossay

La guerra de Galio una obra muy representativa de Héctor Aguilar Camín nos lleva a un viaje donde nos muestra una imagen de la vida política y en parte social en nuestro país. 


La historia se ubica a finales de la década de los sesentas, reciente a la famosa  llamada matanza de Tlatelolco, llevándonos por hechos como el movimiento agrario finalizando la obra aproximadamente en 1986 que remata con el traumático suceso de la muerte del personaje principal. En la obra no se termina de esclarecer quién o quiénes fueron los culpables de dicho suceso aunque los sospechosos salen sobrando. 

La lucha por mantener el un Estado “democrático” es lo que llamaría la “razón del estado” por la cual se cometen todos los crímenes que se relatan. También es destacable la ausencia de verdadera libertad y buen trato por parte del gobierno hacia los habitantes. Donde la represión por difundir ideas diferentes y relatadas como contrarias al sistema se castiga severamente. 


Otro actor importantísimo de la Guerra de Galio son los medios de comunicación representados en primera instancia por el diario la República siendo el director de este Octavio Sala, a este diario posteriormente ingresa Vigil llegando a convertirse en un miembro muy relevante desempeñando su labor, resaltando la importancia de la democracia y la libertad de prensa. Sorteando a lo largo de su carrera en el medio, dificultades como el exceso de uso de autoridad por parte del gobierno. 


Políticamente la vida del país durante aquella época estaba marcada por la dictadura de un partido, el país sometido a las decisiones unilaterales de una figura presidencial que asumía de facto los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. “El sometimiento al estado del pueblo mexicano” como en algún capítulo de la novela se menciona. Dándole a este sometimiento el adjetivo de “interesante” y quizá lo sea debido a que en los albores del siglo XXI está más que probada la hipótesis de que México, su gente, reacciona y tiende a avanzar económicamente, hablando sin que ello signifique el aumento de la libertad y la garantía de justicia. 

Con la anterior afirmación no se quiere proponer a las dictaduras como una solución a los problemas económicos que enfrentamos sino que es una manera de sacar a relucir el mal de una necesidad paternalista que aqueja a la población mexicana. Mal heredado desde la época prehispánica y acrecentada precisamente con la Colonia y sufrida aun en la actualidad. 


La historia del diario la República inicia un poco lúgubre, y, se describe hábilmente en la novela, un momento crucial se suscitó cuando el mismo diario se vio obligado a hacer cambios internos, tanto administrativos como operativos, debido a que como se alude al inicio, sus fundadores fueron cristeros y conservadores, anti agraristas y pro americanos, para luego convertirse en democristianos y liberales y hasta antigubernamentales, siempre utilizando los medios necesarios para justificar satisfactoriamente lo que decían como medio de comunicación. Posterior al cambio, el mismo diario se vio inmerso en una lucha por la sobrevivencia y al lograr su independencia el gobierno y las empresas que en su momento se habían confabulado para hacerles mal ofrecieron de nuevo su favor momento para el cuál la República era “por fin independiente” como lo señala uno de los personajes en el libro. 


Posteriormente y por cuestiones tanto propias e impropias Sala pierde la titularidad de la empresa y finalmente funda el diario llamado la Vanguardia mismo que siguió el nuevo modelo del diario La República pero más estrictamente y logrando definitivamente mayor libertad en cuanto a su quehacer periodístico. 


Un personaje muy relevante en la historia es Galio Bermúdez quien tiene un perfil psicológico de manipulador y un tanto maquiavélico, debido a que se vale frecuentemente del halago y el sarcasmo descarado en sus intervenciones. Galio ejemplifica a esa clase media política mexicana encargada de hacer el trabajo sucio de las más altas jerarquías utilizando diestramente el gran cúmulo de información que posee.

La novela también nos remonta a aquel momento de dictadura moderna vivida por el largo periodo asumido por un solo partido en el poder, donde los mismos medios jugaban, tal como lo hacen actualmente, a especular quien sería el próximo candidato presidencial. Y se le llama especulación porque el mismo diario, La República, se atreve a publicar la nota sin la certidumbre de los hechos, ¿coincidencias con el entorno actual? Al parecer sí. Aunque en épocas contemporáneas se ha visto que el poder que los medios de comunicación ejercen en la vida política del país es aún mayor debido a que con los medios tan sofisticados de hoy en día es posible “fabricar” candidatos, publicitarlos y venderlos tal como se vende un producto. La tarea es más ardua, pero todo en pro de la obtención de votos y poder, aunque en sus estructuras internas estos partidos ejercen y se someten a la decisión de unos cuantos. 


Es un punto medular de la historia la labor que hace el diario La República en sacar a la luz pública los hechos como las guerrillas, las muertes y las irregularidades como el enriquecimiento ilícito como el del dueño ex-revolucionario de los ingenios, casos que el gobierno no los reconocía como verdaderos problemas y simplemente los negaba o los minimizaba, muy similar al caso Hank de las últimas décadas, donde estas familias ahora adineradas, ensancharon sus fortunas robándole descaradamente al pueblo. 


Hay personajes como los hermanos Santoyo que son claro ejemplo de ese mundo mexicano que viven en las sombras o “sótanos” como le llamaría Galio los cuales luchan por ideales contraponiéndose a la idea de la voluntad general sacralizada por Rousseau. Finalmente la muerte de Vigil y de Santiago representa la muerte de esa generación de jóvenes “guerrilleros” mexicanos que en su momento lucharon contra el régimen defendiendo vehemente sus ideales, un México donde las personas a pesar de la opresión decidía de alguna manera hacerle saber al régimen que no estaba de acuerdo. 


Desafortunadamente las nuevas generaciones de nuestro país han sido cegadas por  los efectos de la globalización y esta enorme industria del entretenimiento y los medios de comunicación que solo ofrecen show’s, haciendo de la noticia un morbo, otra causa probable de la poca participación activa de la sociedad es el miedo mismo a ir contracorriente y terminar muerto, torturado a sabiendas de un trauma pretérito, una llaga que no sana y que sigue y seguirá a menos que queramos regenerarla.

La libertad negativa y la democracia


Como se ha discutido anteriormente la libertad negativa; aquellas en el quehacer está limitado por las normas. Normas a la que los mismos ciudadanos se atan y que no permiten como se comenta en la Guerra de Galio que un país avance. Mismas que vuelven a sus ciudadanos rehenes de sus propias creaciones, del propio Estado, de su propio sueño democratizador aunado a la libertad. Libertad no es lo mismo que liberalismo. La política liberal está orientada a la defensa de la propiedad privada y el bienestar de sus propietarios por parte del Estado.
La libertad negativa es, entonces, aquello que los individuos tienen derecho a hacer y es donde la sociedad no tiene derecho a intervenir. La dimensión privada del individuo queda completamente separada de la sociedad. El individuo domina con total libertad su ámbito privado y el ámbito público queda por fuera, bajo el control de la sociedad, siendo la sociedad representada por el enorme monstruo que llamamos gobierno.
Dicha democracia incipiente en nuestro país, a los ojos del orbe, es el indicador de que el sistema funciona. Lo que se dice es que la democracia mexicana es en realidad una “mafiocracia” como le llama muy acertadamente Calderón Fernando 2011, y es precisamente esta mafiocracia la que practica el terrorismo de Estado como si se tratase de una vulgar dictadura.
Y señales de esta dictadura se encuentran inmersas en las líneas de la Guerra de Galio, cómo en el momento en que uno de los personajes señala que “en este país (refiriéndose a México) aún no se le puede decir no a un presidente de la república”. Pareciera la novela hacernos memoria en una realidad histórica de un pasado Priista en México, dónde la figura presidencial gozaba de un fuero que rozaba en lo impune. En México la tradición histórica de violencia de Estado e impunidad ha sido larga, podríamos remitirnos a la revolución mexicana o a la guerra cristera, o la guerra sucia de la década de los setentas y ochentas cuando el Estado exterminó a las organizaciones guerrilleras violando libertades en pro de mantener vivo el régimen político.
Si algún día los crímenes de la actual guerra contra el narcotráfico son debidamente investigados y sancionados, no se podrá poner en duda que la estrategia de guerra implementada por el gobierno condujo a la barbarie. Deberán señalarse como máximos responsables a los que colaboraron en la guerra. Y deberá reformarse la ley para que otros actores y cómplices, como los medios de comunicación, no se puedan lavar las manos por haber encubierto ante la opinión pública la criminalidad del Estado.